martes, 3 de mayo de 2011

"Mata el trabajo o la mente"


La ola de los suicidios en France Télécom es la respuesta extrema a la presión
laboral P El entorno influye, pero siempre hay una base de trastorno psíquico

Abochornado por la ola de suicidios
en France Télécom, empresa
que cuenta con una participación
estatal del 26,5% en el capital,
el Gobierno de Nicolas Narkozy
acaba de dar un paso al frente
para visualizar que se ha tomado
en serio el nivel de estrés que reina
en las empresas. Ayer mismo,
el ministro francés de Trabajo,
Xavier Darcos, reclamó a las compañías
de más de mil empleados
que negocien con los sindicatos
medidas de prevención del estrés.
Deberán tener un plan listo
antes del 1 de febrero. No habrá
sanciones económicas para las
que no cumplan, pero sí serán denunciadas
en una lista de buenos
y malos. Darcos admitió haber
“subestimado” el alcance del malestar
social en las empresas.
El caso del gigante de las telecomunicaciones
francés está conmocionando
al país vecino. ¿Hasta
qué punto las disfunciones y el
ambiente de presión en una empresa
pueden llevar a 24 personas
de una misma firma a quitarse
la vida en un mismo país en el
plazo de año y medio? A la espera
de la auditoría sobre la inquietante
ola de suicidios en France Télécom
(FT), en manos de la firma
Technologia, que estará lista a
mediados del próximo noviembre,
las historias de trabajadores
que se han arrojado al vacío o
que se han acuchillado el vientre
en plena reunión —algunos tras
denunciar “la gestión por el terror”
de su empresa o tras confesar
su incapacidad para “afrontar
otra reorganización”— han destapado
la existencia de un clima social
pésimo, de un malestar mareante
y de una gestión organizativa
dudosa en el gigante de las
telecos.
¿Acaso es France Télécom
una empresa letal? “No existen,
para entendernos, empresas suicidógenas”,
subraya el psiquiatra
experto en suicidiología Julio Bobes.
“Pero sí existen entornos que
favorecen el estrés y la conflictividad
psicosocial. Y las personas
con una vulnerabilidad previa los
sufren más que el resto, y algunas
hasta intentan resolverlas por
una vía torpe, por una vía patológica”,
añade.
Este profesor de la Universidad
de Oviedo hace hincapié,
más que en las 24 muertes, en los
intentos fallidos. Ha habido, que
se sepa, 14. “Es llamativo el comportamiento
parasuicida. France
Télécom puede no ser responsable
de las muertes, sobre todo
cuando había psicopatologías previas,
pero sí tiene una responsabilidad
parcial. Es responsable de
la salud laboral de sus empleados.
No sabemos qué hizo para
prevenirlas”. La empresa dueña
de la marca Orange ha declinado
hablar para el reportaje sobre un
“tema delicado”. Tan delicado
que se ha cobrado la cabeza de su
número dos, Louis-Pierre Wenès,
cuestionado por sus métodos para
modernizar el ex monopolio.
Es ese perfil de ex monopolio
convertido en transatlántico de la
tecnología y las comunicaciones,
que navega en un mar de competencia
feroz y de innovaciones tecnológicas
a velocidad de vértigo,
lo que de algún modo convierte a
FT en paradigma de los males de
la empresa global del siglo XXI.
“Este episodio es una metáfora
exagerada: nunca tanto como
ahora las empresas han necesitado
el compromiso de los trabajadores
y nunca como ahora han
dado tan poco a cambio, especialmente
porque el tiempo, que antes
jugaba a favor del empleado,
con más cualificación y experiencia
y mayor demostración de lealtad,
ahora parece jugarle en contra:
le hace más prescindible y
menos empleable si pierde el trabajo”,
opina Francisco Longo,
profesor de Recursos Humanos y
director del Instituto de Gestión
Pública de ESADE.
No se trata de acoso, ni de algún
jefecillo incapaz de liderar.
Se trata del engranaje de la propia
organización. El gigante de
las telecomunicaciones, que sólo
en Francia tiene 102.000 empleados,
vive en estado de transformación
permanente desde su privatización,
que arrancó en 1996.
Ivan du Roy, autor del libro
Orange stressé, explica en él que
la raíz del mal reside en la privatización
y salida a bolsa de la empresa,
que conllevó dejar de lado
cierta cultura de servicio público
hacia una carrera feroz hacia
la rentabilidad (aunque el Estado
mantiene un 26,65% del capital
y un 65% del personal son funcionarios),
con la idea de adaptarse
o adiós. Más de 13.000 personas
han pasado en los últimos
dos años a las áreas comerciales
e informática, lo que habría sufrido
en particular el colectivo de
técnicos. Y, hasta 2003, “más de
la mitad cambiaron radicalmente
de función”, según la confesión
del ex directivo del grupo
Michel Bon. La empresa ha prescindido
de 22.000 trabajadores y
el nivel de dimisiones ha ido subiendo (un 15,3% en 2008). 
¿Este entorno puede influir en que haya
suicidios? “El entorno influye,
un entorno de cambio influye, pero
en un suicidio el desorden mental
está en la base”, puntualiza
Carmen Tejedor, psiquiatra del
Hospital de Sant Pau experta en
suicidiología, que describe el acto
de quitarse la vida como resultado
de factores tales como la existencia
de enfermedad mental, el
hecho de pensar en el suicidio, padecer
alguna enfermedad médica,
lidiar con acontecimientos vitales
que pueden descompensar a
personas más vulnerables o el aislamiento.
“Algunos empleados se mataron
tras culpar a su trabajo del
estrés. No implica necesariamente
que la culpa sea de la empresa,
pero en la mente del suicida la
empresa jugaba, sin duda, un papel”,
reflexiona por su parte el psiquiatra
Luis Rojas Marcos. “El
ambiente en la empresa puede
ser un factor, sin duda”, añade.
Con la crisis aumenta la cantidad
de personas que sienten ansiedad
y estrés, es un hecho. Pero,
puntualiza Rojas Marcos, “no van
a la consulta a lamentarse porque
están sin trabajo, sino por problemas
relacionales, por no encontrarle
sentido a la vida o por incapacidad
de controlarla”. La desconexión
del entorno, de nuevo.
La cúpula de France Télécom
ha tardado en encajar en serio lo
que se ha convertido, más allá del
prioritario drama humano, en un
grave problema de reputación. El
presidente de France Télécom, Didier
Lombard, que aún aguanta
en el puesto, habló al principio de
“moda de los suicidios”. Recursos
Humanos dejó la cosa en “algunas
personas débiles” que no se
adaptaron al cambio.
Hasta que el Gobierno Sarkozy
metió baza. Ahora, Lombard
propugna “un nuevo convenio social”.
Los programas de movilidad
geográfica y de funciones siguen
por ahora suspendidos. Un
teléfono gratuito permite desahogarse
a los empleados agobiados.
Se ha designado a un “mediador”
para la movilidad.
“Nada justifica que un hombre
o una mujer ponga fin a sus días.
No lo puedo aceptar. Ni ahora ni
nunca”, se acaba de despedir
Wenès, cuestionado por los sindicatos.
Y por el Gobierno francés.
France Télécom sugiere que el
problema no es nuevo. En 2000
hubo 28 casos. En 2002, 29.
Francia es el país de la Vieja
Europa con mayor tasa de suicidios
por cada cien mil habitantes:
según la Organización Mundial
de la Salud (OMS): 26,2 en
los hombres y 9,2 en las mujeres;
lo que da un 17,7 de media.
Los 24 suicidios de France Télécom
han ocurrido en año y medio,
sobre poco más de 100.000
empleados en Francia. No hay
tanta desproporción sobre su
media nacional, muy superior a
la de Grecia, España o Reino Unido,
pero eclipsada por los datos
de Finlandia (31, en el caso de
los hombres) o, sobre todo, los
países del Este y las repúblicas
bálticas, con cifras muy elevadas
en el caso de los hombres en
Hungría (42) y Lituania (68).
Eso no significa que France
Télécom no tenga un problema.
Aunque cueste demostrarlo. “La
depresión no suele dar lugar a enfermedad
profesional ni a accidente
laboral. Es casi imposible
atribuirla sólo al trabajo”, apunta
Adrián González, subdirector de
Prevención de Riesgos Laborales
de la Inspección de Trabajo, para
quien “seguro que en España hay
casos de suicidios por el trabajo,
pero ni se conocen”.
Algunas consultoras han teorizado
que las empresas pueden,
de hecho, enfermar. Como las personas.
“La empresa española está
estresada”, concluye, por ejemplo,
la firma Tatum en el Estado
de salud de la empresa en España,
estudio realizado sobre la base de
encuestas, con una muestra de
2.475 profesionales. El estrés (ritmos
asfixiantes, empleados en
tensión por sobrevaloración de capacidades,
escasez de personal
cualificado, falta de información,
pérdidas de tiempo, elevadas bajas
por estrés...), la osteoporosis
(estructura de la empresa debilitada
por falta de recursos financieros
y humanos, endeudamiento
excesivo, plantilla sobredimensionada,
escaso liderazgo, concentración
excesiva de ingresos...) y
la miopía (incapacidad para reconocer
cambios en el mercado con
antelación) serían, según Tatum,
las tres enfermedades más extendidas.
“El cortoplacismo tiene mucho
que ver con todo eso. Es difícil
hablar de dirigir a personas, o
de conciliar vida personal y laboral,
cuando azota la crisis, vale.
Pero no creo que la crisis nos esté
llevando a un propósito de enmienda.
La empresa vive a golpe
de resultado trimestral, de lo que
haga la acción en Bolsa, de qué
dirán los analistas, del recorte de
gastos”, comenta Eugenio de Andrés,
socio director de Tatum. Recientemente,
el Observatorio de
la Empresa Familiarmente Responsable
(EFR) alertaba no sólo
sobre el absentismo laboral, sino
sobre el emocional. Se da si el trabajador
está en su puesto pero no
rinde, sea por agotamiento, decepción
o angustia. Suele haber un
desajuste entre la persona, su
puesto y la organización.
Concha Pascual, directora
del Instituto Nacional de Seguridad
e Higiene en el Trabajo, admite
que los problemas organizativos
y psicosociales no se toman
en serio “de forma generalizada”,
salvo en algunas grandes
empresas. “En las pymes es más
difícil aún. Pero vamos avanzando.
Hace 10 años, ni se hablaba
de esto”, señala.
Quienes hablan más de ello
son los sindicatos. “El cambiante
mundo laboral obliga a que las
organizaciones tengan que adaptarse
a nuevos mercados, imposiciones
y cambios tecnológicos
que les permitan mantener su
competitividad, lo que ha hecho
que los trabajadores deban enfrentarse
a nuevas demandas como
la adaptación a sistemas complejos
y tecnificados, presión temporal,
incertidumbre e inseguridad
sobre su futuro profesional
por la utilización de nuevas tecnologías”,
concluye un informe que
UGTacaba de difundir, del Observatorio
Permanente de Riesgos
Psicosociales. Atribuye en él que
la empresa no alcanza el rendimiento
esperado porque cuando
diseña un puesto de trabajo “no
considera los aspectos psicológicos,
las capacidades, las expectativas
y limitaciones de las personas”.
El objetivo sigue siendo cubrir
las necesidades económicas.
La traducción del problema
no está clara. Las bajas por estrés
o depresión se mezclan entre las
de bajas por enfermedad común.
Pero el informe de UGT recuerda
que, hoy, “los problemas relacionados
con una mala salud mental
son la cuarta causa más frecuente
de incapacidad laboral”.
“Cuando existe un equilibrio
entre lo que requiere el trabajo o
carga mental, la autonomía del
trabajador sobre su tarea, las dinámicas
del puesto y las habilidades
del empleado, todo va. Cuando
se desajusta algo, puede darse
una enfermedad, y, bajo una exposición
aguda y prolongada, incluso
derivar en cuadro pseudodemencial”,
enfatiza Manel Fernández,
presidente de la asociación
de profesionales de seguridad y
salud en el trabajo AEPSAL.
La última Encuesta Nacional
sobre las Condiciones del Trabajo
data de 2007, aún sin crisis, y desvela
que un 22,5% de trabajadores
españoles cree que el trabajo
está afectando a su salud; un 30%
en el caso del sector de transporte
y comunicaciones, el más alto
junto a la Administración. Lo aseguran,
sobre todo, los que tienen
entre 24 y 34 años. Aunque los de
la década siguiente no se quedan
cortos. Cuando se les pregunta
por los síntomas psicosomáticos
más frecuentes, responden: el sueño
se altera, siempre estoy cansado,
meduele la cabeza o estoy irritable.
¿Le suena?

ARIADNA TRILLAS


El País, sábado 10 de octubre de 2009

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